Hoy, les cuento que, como tía, desde los siete años aproximadamente, con sobrinos y sobrinas, en edades que van desde los 45 años de edad, hasta los 20 años de edad, aproximadamente, he jugado con ellos y ellas, por muchas horas, dentro y fuera, de las clásicas camas – cunas altas, con varillas de madera o metal. Incluso, he tenido que, sacarlos despiertos, o, meterlos dormidos. Y, como, seguramente, les ha pasado a ustedes, con sus hijos o hijas, con sus nietos o nietas, o, con sus sobrinos o sobrinas, en más de una oportunidad, los he sacado (de las clásicas camas – cunas altas), o, los he metido ( en las clásicas camas – cunas altas)…llorando…según puedo imaginar y creo, por la sensación de encierro que se puede vivenciar y experimentar, dentro de las clásicas camas – cunas altas, con varillas de madera o metal.
Incluso, en una oportunidad, que, mi sobrino, con 2 años de edad, aproximadamente, fue operado en una clínica, como tía, recuerdo con muchísima tristeza y molestia, la difícil y complicada experiencia emocional, por la cual, mi sobrino, su mamá, su papá, y toda la familia presente en la clínica pasamos, cuando por un adelanto en la hora de salida de la sala de operaciones, y por una falta de coordinación interna, y aviso de los médicos y las enfermeras a cargo, mi sobrino estuvo llorando solo, por un prolongado tiempo dentro de una clásica cama – cuna alta de metal de color amarillo, que estaba en una clásica blanca y húmeda habitación de clínica.
Siendo yo, una persona muy sensible y particularmente afectable por los espacios cerrados y con cerraduras, puedo comprender la necesidad de encontrar por donde salir que, los niños y las niñas, pueden experimentar, detrás de las varillas de madera o metal. Y, a la necesidad de encontrar por donde salir, se suma la necesidad de encontrar espacio por donde moverse que, en la práctica, es reducido, porque, como parte de la clásica decoración, de la clásica cama – cuna alta, con varillas de madera o metal, y con criterios de seguridad y protección, se incluye los llamados protectores de cama – cuna, fabricados en espuma y tela, y amarrados a las varillas de madera o metal.
Es así como, desde mi propia sensibilidad, frente al encierro, y, mi experiencia como tía, el segundo mueble, tamaño niño o niña que, diseñamos y creamos, para las habitaciones, los cuartos de juego, las salas de juego, las terrazas, los jardines, e, incluso para el campo o la playa, es la carpa fabricada en madera y lona, con puertas y ventanas, armable, desarmable y transportable. Y, la carpa, con un tapete sobre un colchón de tamaño cama – cuna, se transforma en el mueble para los niños y las niñas, necesario e interesante, como para facilitar a niños y niñas, la subida y la bajada en el colchón gateando, y, la entrada y la salida en la carpa caminando.
Hablando de experiencias físicas y emocionales, como subir y bajar en el colchón gateando, y como entrar y salir en la carpa caminando, y expresar emociones, la carpa, ofrece, a los niños y las niñas, la oportunidad y la posibilidad de encontrar medios de expresión, y de forma natural y libre, por ejemplo, echarse, sentarse, abrazar cojines de colores, formas, tamaños y texturas diferentes, y, entonces levantarse, para gatear o caminar, abrazados o abrazadas, de sus cojines. Y, de esta manera, la carpa con el tapete y el colchón sobre el piso, facilita el manejo y el control del espacio, por parte de los niños o las niñas, y, orienta sus vivencias y sus experiencias, con el acompañamiento responsable de los adultos, quienes por seguridad y protección, siempre deben mantener cuidada la salida del ambiente, en el que se encuentra el niño o la niña, y la carpa.
En ese sentido, el uso de medios, materiales y recursos, como la carpa, el tapete, el colchón y los cojines de colores, formas, tamaños y texturas diferentes, es una iniciativa y una voluntad, necesaria, interesante e importante, cuando como adultos responsables, a cargo de niños y niñas, diseñamos y creamos ambientes para decidir, a la altura de los niños y las niñas, y sus emociones. Y, es usando medios, materiales y recursos, necesarios e interesantes, para los niños y las niñas, por sus colores, sus formas, sus tamaños y sus texturas, diferentes y atractivas, que, con sus movimientos, sus gestos y sus palabras, los niños y las niñas, actualizan y exteriorizan sus respuestas a los objetos y el ambiente.
Es entonces que, motivada por, la necesidad y el interés, de observar el desarrollo de los niños y las niñas, como un hecho evolutivo, en el que, los niños y las niñas, son quienes nos muestran a nosotros el camino, por donde orientar nuestro acompañamiento adulto responsable, hoy, les transmito que, de la misma manera que, los niños y las niñas, evolucionan de una generación a otra generación, nosotros los adultos debemos evolucionar de la mano de los niños y las niñas, al igual que, deben evolucionar los medios, los materiales y los recursos, y las experiencias y las actividades que, los niños y las niñas, ejercitan y practican, en general, y, para el reconocimiento, la expresión y la comunicación de sus emociones, en particular.