¡Hola!…¡Buenos Días!…¿Qué tal?. En el blog anterior, hablamos sobre, el juego, «el amor» y la convicción, comprendiendo y explicando que, en el juego, se da, se desarrolla y se cultiva, un contacto y una interacción de a dos, que facilita y favorece, un descubrimiento material voluntario, por la conexión mental, en el cual, desde el seguir y la convicción, es oportuno y es posible, reconocer, identificar y validar, «el amor» y la credibilidad, personal, emocional y afectiva, especialmente, durante la niñez, pues para los niños y las niñas, el juego, es el medio personal y el recurso natural de desarrollo y aprendizaje integral. En ese sentido, cuando hablamos sobre, el juego, explicamos que, en el juego, se ejercita la voluntad, con sus componentes, intelectual y emocional, como son, la afiliación, y la aceptación, y, se desarrolla y se cultiva el valor de la convicción, y sus factores internos, como son, la afinidad, y la simpatía. Y, explicamos que, va a ocurrir que, en y desde el juego, en los entornos personal, familiar y social, y, por el ejercicio y el desarrollo de el amor y su poder, los niños y las niñas, logran seguir con convicción, a quien, se les revela creíble, actuando en conexión con sus contenidos de: preguntas, respuestas, sensaciones, sentimientos, ideas, pensamientos, deseos, opiniones, planes, proyectos, entre otros, y, con sus habilidades de juego.
En el blog actual, entonces, vamos a hablar sobre, «el amor», la fortaleza y la inteligencia, explicando la relación entre, «el amor», como la energía buena y positiva que enlaza ojos, oídos, piel, corazón y cerebro, con nosotros y, con el otro, la fortaleza, como fortaleza espiritual, definida como la reserva de valentía que cada uno de nosotros guardamos en nuestro corazón, y, la inteligencia, como inteligencia emocional, definida como la capacidad de reconocer sentimientos en nosotros y otros, de motivarnos y de manejar positivamente nuestras relaciones interpersonales, pues si bien es cierto que, como adultos responsables a cargo de niños y niñas, en el rol de padres o madres, abuelos o abuelas, tíos o tías, o, maestros o maestras, en cada contacto e interacción de a dos, con niños y niñas, experimentamos, mantenemos y valoramos, «el amor», sucede que, especialmente, durante la niñez, para que, en el contacto y la interacción de a dos, se evidencie, el amor y su poder, personal, emocional y afectivo, es necesario e importante que, en el contacto y la interacción, se desarrollen y se cultiven, la fortaleza espiritual, y, la inteligencia emocional, puestas en práctica y ejercitadas, en y desde el juego, en el cual, por su propia y su particular personalidad y naturaleza, los niños y las niñas, logran el conocimiento, la exploración y el descubrimiento voluntarios de a dos.
De esta manera, cuando hablamos sobre, «el amor», la fortaleza y la inteligencia, explicando la relación entre, «el amor», como la energía buena y positiva que enlaza ojos, oídos, piel, corazón y cerebro, con nosotros y, con el otro, la fortaleza, como fortaleza espiritual, definida como la reserva de valentía que cada uno de nosotros guardamos en nuestro corazón, y, la inteligencia, como inteligencia emocional, definida como la capacidad de reconocer sentimientos en nosotros y otros, de motivarnos y de manejar positivamente nuestras relaciones interpersonales, comprendemos y explicamos que, en el juego, como experiencia de conocimiento, exploración y descubrimiento voluntarios de a dos, se da, se desarrolla y se cultiva, un contacto y una interacción de a dos, que facilita y favorece, un crecimiento natural de la reserva de valentía, guardada en los corazones de los niños y las niñas, y, facilita y favorece, un desarrollo natural de la capacidad de los niños y las niñas de reconocer sentimientos en sí mismos y otros, de motivarse y de manejar positivamente sus relaciones interpersonales, al interior de sus entornos personal, familiar y social, en beneficio mutuo.
En tal sentido, cuando hablamos sobre, «el amor», la fortaleza y la inteligencia, comprendemos y explicamos que, la fortaleza, como fortaleza espiritual, definida como la reserva de valentía que cada uno de nosotros guardamos en nuestro corazón, para los niños y las niñas, se hace realidad y se concreta, en el juego de a dos, como experiencia de conocimiento, exploración y descubrimiento voluntarios de a dos, a nivel personal, espacio – temporal y material, en el cual, la fortaleza espiritual, y el crecimiento natural de la reserva de valentía que, niños y niñas, guardan en sus corazones, se logran, por la puesta en práctica y el ejercicio de la voluntad, con sus componentes intelectuales, como son, el discernimiento y la intención, y con sus componentes emocionales, como son, la fuerza y el ánimo, y, por el desarrollo y el cultivo de la atención, con sus factores internos, como son, el interés y la emoción, y la confianza, con sus factores internos, como son, la exploración y el descubrimiento, todo lo cual, en conjunto con la compatibilidad y la complicidad, facilitan y favorecen, que niños y niñas, experimenten, mantengan y valoren, el sentirse y el saberse fortalecidos espiritualmente.
En tal sentido, también, cuando hablamos sobre, «el amor», la fortaleza y la inteligencia, comprendemos y explicamos que, la inteligencia, como inteligencia emocional, definida como la capacidad de reconocer sentimientos en nosotros y otros, de motivarnos y de manejar positivamente nuestras relaciones interpersonales, para los niños y las niñas, se hace realidad y se concreta, en el juego de a dos, como experiencia de conocimiento, exploración y descubrimiento voluntarios de a dos, a nivel personal, espacio – temporal y material, en el cual, la inteligencia emocional, y el desarrollo natural de la capacidad de los niños y las niñas de reconocer sentimientos en sí mismos y otros, de motivarse y de manejar positivamente sus relaciones interpersonales, se logran, por la puesta en práctica y el ejercicio de la voluntad, con sus componentes intelectuales, como son, la autenticidad y la afiliación, y con sus componentes emocionales, como son, la apertura y la aceptación, y, por el desarrollo y el cultivo de el compromiso, con sus factores internos, como son, la libertad y la empatía, y la convicción, con sus factores internos, como son, la afinidad y la simpatía, todo lo cual, en conjunto con la estabilidad y la credibilidad, facilitan y favorecen, que niños y niñas, experimenten, mantengan y valoren, el sentirse y el saberse inteligentes emocionalmente.
Es así como, cuando hablamos de la comprensión y la regulación de las emociones, en las niñas y los niños, desde una toma de conciencia, sobre su realidad, personal, familiar y social, incluidos, los retos, los cambios y los logros, con el propósito de corregir, resolver, e, incluso, mejorar, un comportamiento y, una eventual actitud, como consecuencia de una adaptación a su realidad, personal, familiar y social, vivenciada y experimentada, con agrado, gusto y placer, en la cual, niños y niñas, vivencian y experimentan, una activación y una actualización, de sus sentimientos de valentía y felicidad, y amor por un@ mism@ y, por l@s demás, estamos hablando de formar, educar y acompañar a las niñas y los niños, en «el amor», la fortaleza y la inteligencia, comprendiendo y explicando que, jugando de a dos, es oportuno y es posible, un conocimiento, una exploración y un descubrimiento voluntarios de a dos, por los cuales, se logra, el natural desarrollo y cultivo de, el amor y su poder, la fortaleza espiritual, y la inteligencia emocional, en los niños y las niñas, al interior de sus entornos personal, familiar y social, y, conforme con sus necesidades, sus intereses, sus objetivos, y sus habilidades de juego.
Es entonces que, en mi experiencia y mi conocimiento personal, profesional y laboral como tía y maestra, naturalmente consciente y responsable, por los niños y las niñas de mi entorno, hoy quiero transmitir que, como adultos responsables a cargo de los niños y las niñas, en el rol de padres y madres, abuelos y abuelas, tíos y tías, y, maestros y maestras, es necesario e importante que, reconozcamos e identifiquemos, el significado y el sentido que tiene, el juego, en el proceso de modelar, formar y educar, el mundo interior de los niños y las niñas, que, natural y habitualmente, manifiestan y expresan, diferentes y diversos, tiempos y momentos, de sensaciones, emociones y sentimientos, conectados entre sí y, conectados con otros, en sus roles, como pueden ser, hijos o hijas, nietos o nietas, sobrinos o sobrinas, o, alumnos o alumnas. Y, en ese mismo sentido, hoy quiero transmitir que, como adultos a cargo de nuestras vidas y, adultos a cargo de la vida de los niños y las niñas, primeramente, durante la niñez, trabajemos en la experiencia y el aprendizaje, personal, emocional y afectivo, de los niños y las niñas, orientado a desarrollar y progresar, en el juego, en las niñas y los niños, sobre todo en los momentos y los lugares de juego, en los cuales, se originan oportunidades y posibilidades, para el contacto y la interacción, natural, espontánea e innata, con el ambiente, l@s compañer@s y, los materiales de juego, pues el natural desarrollo y cultivo de, el amor y su poder, la fortaleza espiritual, y la inteligencia emocional, puede ser muy positivo y favorable, para su crecimiento, su evolución y, sus logros, personales, emocionales y, afectivos, en los grupos de juego.