¡Hola!…¿Cómo están?…¿Qué tal?. En lo personal, los 50 años de edad, cumplidos en Diciembre 28 del año 2018, sin duda alguna marcan, un antes y un después, en mi vida personal, espiritual y emocional, como mujer, hija de familia, amiga, tía y maestra. Los primeros seis meses, con 50 años de edad, fueron meses de búsqueda de respuestas, sobre el estado de mi salud, en los cuales, contrariamente, a mis costumbres y mis rutinas, acepté y respeté, con valentía y, muy admirable responsabilidad, la necesidad y la importancia de ser sometida a una serie de análisis, exámenes y procedimientos médicos, por primera vez en mi historia médica. El vencer mis miedos, en cada uno de los pasos y los resultados, de cada uno de los análisis, exámenes y procedimientos médicos, fue una demanda y una exigencia que, en seis meses, hicieron de mí, un ser humano, muy diferente, en el momento y, por siempre. En los primeros seis meses de mis 50 años, sometiéndome a análisis, exámenes y procedimientos médicos, era necesario e importante, el acompañamiento personal, espiritual y emocional de las personas elegidas de mi entorno, pero siendo un tiempo y un espacio de mi vida, tan significativo y tan sentido, por las pruebas y los retos que, en el momento, me estaba tocando, afrontar y enfrentar, siempre, había que estar escuchando a mi corazón, antes de elegir a mis personas muy especiales, para contar y compartir, mi tiempo y mi espacio.
Hablando, entonces, sobre ¿qué hace a las personas muy especiales?, hoy puedo explicar que, desde mi vivencia y mi experiencia personal, emocional y afectiva, lo que hace a las personas muy especiales, en nuestras vidas, es el hecho que, logren ser, naturalmente, comprensivas, empáticas y solidarias, en sus contactos e interacciones, con nosotros. En ese sentido, cuando hablamos de comprensión, podemos explicar que, cuando escuchamos a otra persona, la comprensión, como un proceso, es la idea que, construimos o creamos, en nuestra mente, sobre el mensaje que, la otra persona, nos comunica, a partir de la información que, la otra persona, nos expresa. Y, la comprensión, como una actitud, se vincula y se relaciona, con la empatía, o, la capacidad de ponerse, en el lugar y el momento, de otra persona, y, se vincula y se relaciona, con la solidaridad. o. la capacidad de responder a, las emociones, las necesidades y las acciones, de otra persona.
Hablando, así, sobre ¿qué hace a las personas muy especiales?, y, la comprensión, como una actitud, necesaria e importante, para reconocer e identificar, a las personas muy especiales, en nuestras vidas, podemos explicar que, las personas, naturalmente, comprensivas, desarrollan la capacidad personal, emocional y afectiva de percibir, aceptar y respetar, como naturales, las emociones, las necesidades y las acciones, en si mismas y, en otras personas, en un lugar y un momento determinados, siendo, consecuentemente, empáticas y solidarias, consigo mismas y, con las otras personas. En ese sentido, el valor de la comprensión, como una actitud personal, emocional y afectiva, radica en el hecho que, las personas, naturalmente, comprensivas, que reconocemos e identificamos, como las personas muy especiales, en nuestras vidas, desarrollan y progresan, en la capacidad de, tolerar y valorar, las diferencias, en sí mismas y, en otras personas.
Hablando, así, sobre ¿qué hace a las personas muy especiales?, y, la empatía, como una actitud, necesaria e importante, para reconocer e identificar, a las personas muy especiales, en nuestras vidas, podemos explicar que, las personas, naturalmente, empáticas, desarrollan la capacidad personal, emocional y afectiva de sentir lo que la otra siente y de entender sus estados de ánimo, de un modo sincero, en un lugar y un momento determinados. siendo, consecuentemente, comprensivas y solidarias, consigo mismas y, con las otras personas. En ese sentido, el valor de la empatía, como una actitud personal, emocional y afectiva, radica en el hecho que, las personas, naturalmente, empáticas, que reconocemos e identificamos, como las personas muy especiales, en nuestras vidas, desarrollan y progresan, en la capacidad de, sentir por sí mismas y, hacer sentir a otras personas, el abrazo, la inclusión y, la contención, emocional y afectiva.
Hablando, así, sobre ¿qué hace a las personas muy especiales?, y, la solidaridad, como una actitud, necesaria e importante, para reconocer e identificar, a las personas muy especiales, en nuestras vidas, podemos explicar que, las personas, naturalmente, solidarias, desarrollan la capacidad personal, emocional y afectiva de compromiso estable, perseverante y constante, con el bien y el bienestar, propio y común, en un lugar y un momento determinados. siendo, consecuentemente, comprensivas y empáticas, consigo mismas y, con las otras personas. En ese sentido, el valor de la solidaridad, como una actitud personal, emocional y afectiva, radica en el hecho que, las personas, naturalmente, solidarias, que reconocemos e identificamos, como las personas muy especiales, en nuestras vidas, desarrollan y progresan, en la capacidad de, facilitar, favorecer y promover, la tolerancia y la valoración personal, como expresión de una, sana y saludable, convivencia.
De esta manera, cuando hablamos de, los niños y las niñas, su capacidad de comprensión, su capacidad de empatía y su capacidad de solidaridad, en proceso de desarrollo y progreso, y, su vivencia y su experiencia, como personas muy especiales en la vida de otras personas, y, con personas muy especiales, en sus vidas, estamos hablando que, en el caso, propio y particular, de los niños y las niñas, sus energías de amor internas, son energías de colores, que transmiten sus sensaciones, sus emociones y sus pensamientos, propios y particulares, contenidos en sus pequeños cuerpos, naturalmente, en equilibrio interno y felicidad, al igual que, un grupo de Pequeños Cubos de Colores, con los cuales, se construye y se edifica, el mundo infantil. En ese sentido, el juego grupal, como una oportunidad y una posibilidad, para reconocer, expresar y comunicar, libremente, su mundo interno, puede ser, una vivencia o una experiencia, para el contacto y la interacción, con los niños y las niñas de las mismas edades, y con el entorno, sus colores y sus energías de amor, mediante, vivencias y experiencias personales, emocionales y afectivas, en las cuales, mediante el juego interactivo y la comunicación, no verbal y verbal, se ejercite y se practique, la comprensión, la empatía y la solidaridad, para el encuentro con el sentimiento, como personas muy especiales, en la vida de otras personas, y, con personas muy especiales, en sus vidas.
Es entonces que, en mi experiencia y mi conocimiento personal, profesional y laboral como tía y maestra, naturalmente consciente y responsable, por los niños y las niñas de mi entorno, hoy quiero transmitir que, como adultos responsables a cargo de los niños y las niñas, en el rol de padres y madres, abuelos y abuelas, tíos y tías, y, maestros y maestras, es necesario e importante que, tomemos conciencia, sobre el ser, naturalmente, comprensivo, empático y solidario de cada niño o niña de nuestro entorno, como hijos o hijas, nietos o nietas, sobrinos o sobrinas, y, alumnos y alumnas. Y, en ese mismo sentido, hablando del ser personas muy especiales, desde la perspectiva de la vivencia y la experiencia personal, espiritual y emocional de ser comprensivos, empáticos y solidarios, con las sensaciones, las emociones y los sentimientos, entre niños y niñas, entre niñ@s y adultos, y, entre adultos, hoy quiero transmitir que, como adultos a cargo de nuestras vidas y, adultos a cargo de la vida de los niños y las niñas, primeramente, durante la niñez, tomemos conciencia sobre el hecho que, las sensaciones, las emociones y los sentimientos, como energías de amor de colores, que habitan en su interior, necesitan y demandan, la comprensión, la empatía y, la solidaridad, por medio de palabras que conectan y, brazos que unen y, que tienen el propósito natural de canalizar, una crianza, sana y saludable, en los niños y las niñas.